Desde lo que no existe
Hologramas sobre fotografías, 2007-2008
11 piezas / 60 x 100 cm / Edición de 3 + 1 prueba
Contempla constantemente que todo se produce por cambio y acostúmbrate a
pensar que nada quiere tanto la naturaleza del Todo, como cambiar lo que es y hacer nuevas cosas iguales. Porque todo lo que es, es de alguna manera la semilla de lo que será a partir de sí mismo.»
—Marco Aurelio (121-180 d.C.), Meditaciones
La serie Desde lo que no existe, parece habitar dentro de la grisalla en el tríptico cerrado de El Jardín de las Delicias de El Bosco que según algunas interpretaciones, representaría el mundo en el momento en que comenzaron a juntarse las aguas que están debajo de los cielos y aparece lo seco, un mundo en el que aún está todo por crear y en el que nada es todavía verdad, un mundo que comienza a ser creado, entre el mar y la tierra, un mundo de apariencias, de incertidumbres, de simulacros, pero que comienza ya a ser ordenado, a salir del torbellino.
En este trabajo está el antiguo ejercicio del artista por materializar la Idea, a través de una reflexión sobre el modo en que la imaginación del artista da vida a un nuevo espacio, un espacio encontrado, pero alterado para traducir las imágenes que se dibujan en su alma a los códigos que nos ofrece la vista. Así, de este modo, el espacio verosímil pero irreal, el espacio teórico, mostrado a través de la fotografía actuaría como el espacio ideal donde se materializara la Idea, y ésta se materializaría en la holografía, que actúa para Buitrago como el instrumento que contiene el espacio estético, la plasmación de la imagen pensada. La grisalla fotográfica daría paso al mundo, del Jardín, de las fuentes de la vida, que se mueve entre lo onírico y lo verdadero, que sería el trabajo holográfico.
Desde un espacio encontrado se construye un universo buscado, un espacio nuevo que es el receptáculo de las visiones del artista, al tiempo que invita al espectador a colocarse en un único punto del espacio físico, a modo de una perspectiva renacentista, si desea penetrar en el espacio mental, en la totalidad de la obra.
Las tres primeras imágenes de la serie actúan como un tríptico introductorio. Los títulos –Lo que los ojos ven, lo que no ven…, Sólo espero ver…¡, ¿Pero qué veo…?!– y el uso de algunos elementos simbólicos como la escalera, nos permiten adentrarnos en el desarrollo de la serie. La escalera que reposa en La fábula de Aracne de Velázquez, simboliza un ascenso del mundo material al ideal, aquí actuaría no tanto como unión de cielo y tierra, sino como un elemento que forma parte de la ilusión espacial, ya que ambos espacios, el fotográfico y el holográfico, son inmateriales. Aquí no hay juego de ejercicio metafórico barroco, donde el espacio es entendido como escenografía teatral, sino que existe una reflexión casi presocrática, cuando Empedocles comparaba la génesis del cosmos a la creación de una pintura.
El ritmo de la serie se va sucediendo entre sonidos y silencios, que son utilizados para potenciar las imágenes que les preceden y les anteceden, como un recurso musical.
Las imágenes se adentran en una metáfora del tiempo, que nos evoca la fosilización del tiempo del fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto a través de las series Teatros y El color de las sombras. La holografía ocupa el lugar de la pantalla saturada de blanco y la sutileza de las sombras.
El flujo creador nos introduce en la armonía del universo organizado por Buitrago, que actúa como arquitecto de un espacio que se dilata acentuando la perspectiva, incierto, ideal, donde no hay jardín, no hay paisaje, no hay naturaleza, es un universo en el que sólo nos muestra la huella del hombre en un mundo sin vegetación, un hombre perdido en lo que parece ser , que emerge desde lo que no existe, o que sólo existe en la mente del artista y que materializa con las técnicas de la holografía y la fotografía. Son dos espacios diferentes, como la tierras secas y las aguas, pero complementarios, no se puede entender uno sino como continente del otro.
La holografía insertada en el espacio de la fotografía trabaja para diluir la membrana de la cueva platónica, para pulverizar las certezas de la visión. Nos muestra la materialización de la Idea, que se aloja en el espíritu del artista y nos deja apenas eso en la imagen que funciona como epílogo.
Siempre he pensado que las series de Pepe Buitrago son como las páginas de un incunable, la magia funciona si contemplamos cada imagen aislada de las demás, pero penetramos más hondamente en su significado si las contemplamos formando parte de un todo. (Carmen Dalmau. Diciembre, 2008. Sala Efti. Madrid).